En el evangelio de hoy Jesús se muestra airado, contra la multitud (nunca mejor dicho) que se apretujaba entorno a él buscando los signos de un
prestidigitador pero que, sin embargo, hacia oídos sordos a sus palabras, a pesar de que las mismas fuesen palabras de Vida, porque venían de Dios.
Todo cambio implica, incluso en lo material, un sacrificio. Así lo vemos cuando cambiamos de piso, ciudad o hábitos de alimentación, por poner algunos ejemplos, lo mismo sucede en el aspecto espiritual, el único cambio que no implica renuncia y sacrificio es dejarse arrastrar por la corriente de las pasiones, los deseos, del mundo y la comodidad.
Las palabras de Jesús al contrario de la de los hombres no cambian de un día para otro, él mismo lo dice: cielo y tierra pasarán más mis palabras no pasaran. De esta manera, al igual que a sus coetáneos, hoy nos está pidiendo que abramos nuestro corazón a la verdad: sus palabras son verdad porque son válidas en todo tiempo y para cualquier generación; son vida, porque el espíritu reconoce que alientan el corazón en cualquier circunstancia y momento, y porque no hay engaño en ellas.
Hoy Jesús, al contrario que los falsos profetas de este tiempo, no edulcora sus palabras, nos dice que no busquemos signos en Él, si antes no tenemos el corazón abierto a sus enseñanzas, las cuales implican a su vez, un cambio de vida. Y que, de no ser así (el que avisa no es traidor, dice el refrán) nos aguarda un juicio de condena.
Oración: Señor aquí estoy ante tú presencia un día más, reconozco que renunciar al pecado y a Satanás, no es fácil, que la tentación nos acecha en cada esquina e incluso sin salir de casa, yo sé que tú tienes palabras de Vida y que si todos te aceptamos de corazón el mundo no estaría condenado a muerte, y las guerras, por consiguiente, tampoco tendrían lugar.
El mundo se muere y nosotros con él, solo tú Señor eres la esperanza y mientras que no estemos dispuestos a reconocerlo y a cambiar no se detendrá el dolor y el sufrimiento de todos.
Hoy mi Dios y Señor te prometo renunciar al pecado y a todo lo que no sea conforme a tu voluntad, sólo te pido lucidez en esos momentos de debilidad y fortaleza para vencer la tentación, porque ya renuncie a todo lo que no viene de ti.
¡Gracias un día más por la vida y por tus enseñanzas y por tu amor! ¡Glorificado sea tú nombre, con paz y bien para todos los hombres y mujeres de buena voluntad!