En el Evangelio de hoy Jesús vuelve a insistir en la importancia de vivir en paz y reconciliados con el hermano, ya que si queremos alcanzar la justicia de Dios, su misericordia y su perdón, no se puede esperar menos de nosotros, sus hijos, cuando un hermano nos ofende. Si un padre natural sufre cuando ve a sus hijos enfrentados, cuanto más nuestro Padre Celestial que nos hizo con el propósito de amar con el mismo amor que él nos ama, el cual no solo nos ha dado la vida, sino que incluso entregó la suya propia para salvarnos de una condena Eterna. No basta con decir, yo no mato, como nos recuerda el mismo Jesús, sabiendo la escusa que pondrían muchos de los que vendrían detrás de Él, para vivir en otros aspectos a su modo y a su libre albedrío sin tener en cuenta sus enseñanzas. De esta manera Jesús nos recuerda, que cualquier desprecio, insulto o desconsideración que tengamos hacia el hermano, por pequeño que este sea, si no lo zanjamos pidiendo perdón, tampoco nosotros esperemos el favor de Dios y su perdón.
Donde no hay amor hay amargura, rencor y egoísmo, de tal manera, que incluso por nuestro propio equilibrio psicológico es saludable buscar la paz, aunque más importante es aún agradar a Dios que siendo el mejor de los padres también desea lo mejor para nosotros, entre otras cosas que vivamos amando y en paz los unos con los otros.
Oración: buenos días mi querido Jesús, mi hermano, mi maestro, mi Señor, mi Dios y mi amigo. Te doy gracias un día más por este regalo que es la vida y por esta llamada de atención para que vivamos felices, que de eso se trata. Realmente te debe resultar contradictorio que pidamos por el cese de la guerra cuando entre nosotros y aún, muchas veces, dentro de las mismas familias mantenemos en alto la espada de la venganza, del rencor, de la envidia y hasta de las sospechas infundadas. ¿Quién soy yo para reclamar justicia divina, si como nos dices en otra parte, yo mismo soy incapaz de quitar primero la viga de mi ojo…?
Te pido perdón Jesús, por cuántas veces mi orgullo y vanidad, se ha interpuesto para llevar acabó tu voluntad, que es mi bien.
Hoy quiero darte gracias, al mismo tiempo mi querido Jesús, porque a pesar de nuestras miserias, nos traes el regalo de la lluvia que tanta falta nos hace. ¡Señor te amo! pero sé que prácticamente nada en relación de lo que tú me amas. ¡A tí sea dada toda la gloria, porque en tí está la Vida!