Hoy Jesús nos advierte en su Palabra que los preceptos dados a Moisés, sus mandamientos, y las enseñanzas recibidas por medio de sus elegidos y enviados los profetas estarán en vigor hasta el fin de los tiempos, y no solo eso, sino que él mismo, en su persona y aún siendo Dios, ha venido a dar cumplimiento de ellos.
Dicho esto, y sabiendo lo traicionero que es el corazón del hombre, como nos recuerda uno de dichos profetas: «más que todas las cosas» (cf Isaías 17, 9) Jesús, se adelanta, como podemos observar, en el tiempo a los falsos discípulos que vendrían Después de él, para confirmar que está palabra también se cumpliría.
Hoy, por tanto, en medio de tanta confusión y perversión moral, donde llamamos derechos de las personas y amor a cualquier cosa que nos señalan ideólogos traicionados por su arrogancia, por su lujuria, cuando no, por un análisis erróneo de la realidad al obviar la Palabra de Dios, se convierte en más necesario que nunca, leer a los antiguos profetas y tener presente los mandamientos de la ley de Dios dados a Moisés; una manera muy clara para concretar sobre el terreno de las realidades y relaciones cotidianas, en qué consiste amar a Dios y amar al prójimo.
Amor que elevado a su máxima excelencia nos llevaría a dar la vida, si fuera necesario, por el prójimo, como Jesús nos da a entender en su último mandamiento: «Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros.»
Oración: Señor hoy quiero pedirte, que tú amor nos perfecciones para acoger tus enseñanzas en el corazón; que tú amor no se canse hasta que, como San Pablo -hombre de principios y buena voluntad-, tengamos una visión de cómo somos traicionados por nuestro corazón desde los principios y las buenas intenciones. ¡Gracias Jesús por tu amor incondicional y por un día más para amarte y servirte!