Evangelio según San Juan 8,1-11.
Jesús fue al monte de los Olivos.
Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?».
Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
Como insistían, se enderezó y les dijo: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra».
E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?».
Ella le respondió: «Nadie, Señor». «Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante».
Comentario:
Santa Faustina Kowalska (1905-1938)
religiosa
Pequeño diario (Petit journal, la Miséricorde divine dans mon âme, Parole et Dialogue, 2002),
*Un océano de misericordia*
Jesús mío, agradeciéndote por tantas gracias, te ofrezco mi alma y mi cuerpo, mi razón y mi voluntad y todos los sentimientos de mi corazón. Con mis votos, me di enteramente a Ti, no hay nada más que pueda ofrecerte.
Jesús me dijo: “Hija mía, no me diste lo que es esencialmente tuyo”. Entrando en mi mismo reconocí que amaba a Dios con todas las fuerzas de mi alma. No podía descubrir lo que no había librado a Dios y le pregunté: “Jesús, dímelo y Te lo libraré de inmediato, de todo corazón”. Jesús me dice con bondad: “Hija mía, líbrame tu miseria, ella es tu propiedad exclusiva”.
En ese momento un rayo de luz iluminó mi alma y conocí todo el abismo de mi miseria. En ese instante, me acurruqué en el Santísimo Corazón de Jesús, con una confianza inmensa. Aunque hubiera tenido sobre la conciencia todos los pecados de los damnificados, no habría dudado de la misericordia de Dios y con el corazón arrepentido me habría tirado en el abismo de Tu misericordia. Creo Jesús, que no me habrías rechazado lejos de ti, me habrías absuelto por la mano del que tiene Tu lugar.
Entregaste el Espíritu, Jesús. La fuente de vida ha brotado por las almas y un océano de misericordia se ha abierto para el mundo entero. Fuente de vida, insondable misericordia divina, abraza el mundo entero y sumérgenos.