«El esclavo no permanece para siempre en la casa; el hijo, en cambio, permanece para siempre.
Por eso, si el Hijo los libera, ustedes serán realmente libres.»
Muchos matices tiene el Evangelio de hoy, aunque nos vamos a centrar en uno. Jesús nos dice, que el pecado es una esclavitud, y que la Verdad (hoy en día incluso se rechaza ya de plano la verdad, estamos en la era de la posverdad, es decir de la ideología e imposición), la Verdad que es Él, porque viene de Dios, existe desde siempre y el mismo es Dios, nos hará -termina concluyendo Jesús en este evangelio de hoy- libres.
Es cierto que somos esclavos en mayor o menor grado del pecado, aunque Dios nos hizo a su imagen, es decir para obrar siempre el bien. Sin embargo no es ésta nuestra experiencia, ya que la tendencia en nosotros, muy por el contrario, a raíz del pecado original que salpicó a toda la creación especialmente a los descendientes de Adán y Eva -todos los seres humanos- quedó sometida a esa tensión casi irrefrenable que experimentamos de dejarnos llevar, en grado más o menos consciente, unas veces de los impulsos de nuestra carne (entendida ésta como unidad de cuerpo y alma) otras veces de los reclamos seductores del mundo que intenta, por lo general, hacer caja con los apetitos más viles de ésta misma carne, y por último de las trampas en las que nos enreda el Diablo, ser real, que desea arrebatarle hijos a Dios por su maldad.
De esta manera, Jesús nos dice hoy, que el que permanece en la Verdad, es decir en Él, ya no será más esclavo del pecado, no porque el hombre pueda dominar estás tendencias por si mismo, si no porque Jesús, mediante su Gracia, le dará la fuerza necesaria para someter al mal en él.
Jesús, nos dice también, de otra manera, que el esclavo no permanece para siempre en la casa (cuando no sirve, es viejo o hay que hacer caja se vende) sin embargo el hijo siempre será del Padre y por consiguiente también de la casa. Esto me retrotrae a aquella otra lectura bíblica del diluvio universal, en que los hombres, sometidos a todo tipo de depravación, por haberse alejado cada vez más de Dios, les llegó la hora de tener que abandonar la casa, la herencia; la Tierra, que les fue entregada a Adán y Eva, tal y como pasará en la segunda venida de nuestro Señor, cuando buena parte de la humanidad viva como si está misma Tierra, les perteneciese y como si Dios solo fuera un cuento más, de tantos, como hoy nos presenta la meta-realidad de internet. En palabras textuales del Evangelio de Lucas 17, 28-30, refiriendose a otro hecho trágico de la humanidad dice así: Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, sembraban y edificaban. Pero, el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y acabó con todos. «Así será el día en que se manifieste el Hijo del hombre (Jesús)».
Por lo ya comentado, más le vale al esclavo buscar su libertad en Jesús mientras esté a tiempo, que permanecer en la falsa libertad que cree ofrecerle el mundo.
Enseñanza: Hoy Jesús nos llama a ser libres, a obrar según nuestro diseño original, a reproducir fielmente la imagen de Dios en nosotros, sus Hijos. Aún estamos a tiempo, de tal manera que si estamos sometidos al pecado (que no a la tendencia) es que aún no confiamos de todo en Jesús y en el precio que él mismo ha pagado en la cruz para limpiarnos y a su vez librarnos de ese mismo pecado. Confiemos, pues en Jesús porque sólo el libre -Dios- puede liberar.
Oración: buenos días Jesús mío y Dios mío, hoy solamente quiero pedirte, tres cosa, retener en mi corazón tus palabras de Vida, la fe suficiente para entregarme a tí sin reservas y tú Gracia (que no me va a faltar) para actuar en la libertad que tú me has devuelto al precio de tu vida, de tu sangre.