El sermón de S. Pablo ante los atenienses de la primera lectura de hoy, lo podría repetir el apóstol, casi íntegro, para la gran mayoría de nuestros coetáneos del presente siglo; algunos de los cuales dicen creer en un Dios indefinido (tal vez huyendo de todo compromiso) y por ello cuando se les pregunta dicen que algo tiene que haber, sin llegar a definir que es ese algo. Otros en cambio, han sustituido los Ídolos -dioses mitológicos- estatuas que poblaban los templos de las antiguas civilizaciones, por otras formas de idolatrías o cultos, unas veces hechuras de manos humanas como el culto al dinero, al poder y al propio cuerpo humano y otras hechuras de sus elucubraciones, de su pensamiento humano, envueltas de misterios y ritos iniciáticos en los cuales algunos pocos privilegiados tienen la sabiduría y el conocimiento que se les niega al resto de la humanidad y, por ende, el derecho a controlarlos y someterlos, estos son los principios de la Nueva Era. Otros incluso por el deseo de novedad se adentran en dar culto a Dioses de otras religiones muy alejadas de nuestra cultura como el induismo mediante posturas y prácticas de yoga y la propia filosofía que encierran esas religiones orientales, que no son más que el culto que daban a la naturaleza o a la creación, en sus diversas manifestaciones (lo que hoy se denomina como panteísmo), pueblos prejudaicos e indígenas animistas por su desconocimiento de la ciencia. Pues sí, como dijimos al principio, para todos estos creyentes de verdades no reveladas por Dios mismo, o para aquellos que solo creen en lo que se puede medir, pesar, comprar y vender, encaja muy bien el discurso de Pablo de la primera lectura de hoy que a continuación os dejo.

Libro de los Hechos de los Apóstoles 17,15.22-34.18,1.

Los que acompañaban a Pablo lo condujeron hasta Atenas, y luego volvieron con la orden de que Silas y Timoteo se reunieran con él lo más pronto posible.
Pablo, de pie, en medio del Aréopago, dijo: Atenienses, veo que ustedes son, desde todo punto de vista, los más religiosos de todos los hombres.
En efecto, mientras me paseaba mirando los monumentos sagrados que ustedes tienen, encontré entre otras cosas un altar con esta inscripción: ‘Al dios desconocido’. Ahora, yo vengo a anunciarles eso que ustedes adoran sin conocer.
El Dios que ha hecho el mundo y todo lo que hay en él no habita en templos hechos por manos de hombre, porque es el Señor del cielo y de la tierra.
Tampoco puede ser servido por manos humanas como si tuviera necesidad de algo, ya que él da a todos la vida, el aliento y todas las cosas.
El hizo salir de un solo principio a todo el género humano para que habite sobre toda la tierra, y señaló de antemano a cada pueblo sus épocas y sus fronteras,
para que ellos busquen a Dios, aunque sea a tientas, y puedan encontrarlo. Porque en realidad, él no está lejos de cada uno de nosotros.
En efecto, en él vivimos, nos movemos y existimos, como muy bien lo dijeron algunos poetas de ustedes: ‘Nosotros somos también de su raza’.
Y si nosotros somos de la raza de Dios, no debemos creer que la divinidad es semejante al oro, la plata o la piedra, trabajados por el arte y el genio del hombre.
Pero ha llegado el momento en que Dios, pasando por alto el tiempo de la ignorancia, manda a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan.
Porque él ha establecido un día para juzgar al universo con justicia, por medio de un Hombre que él ha destinado y acreditado delante de todos, haciéndolo resucitar de entre los muertos».
Al oír las palabras «resurrección de los muertos«, unos se burlaban y otros decían: «Otro día te oiremos hablar sobre esto».
Así fue cómo Pablo se alejó de ellos.
Sin embargo, algunos lo siguieron y abrazaron la fe. Entre ellos, estaban Dionisio el Areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos otros.
Después de esto, Pablo dejó Atenas y fue a Corinto.

https://evangeliodeldia.org/SP/gospel/2022-05-25

Acerca de renaceralaluz

Decidí hace ya mucho tiempo vivir una vida coherente en razón de mis principios cristianos, lo que quiere decir que intento, en la medida que alcanzan mis fuerzas, llevar a la vida lo que el corazón me muestra como cierto: al Dios encarnado en Jesucristo con sus palabras, sus hechos y su invitación a salir de mi mismo para donarme sin medida. Adagio: El puente más difícil de cruzar es el puente que separa las palabras de los actos. Correo electrónico: 21aladinoalad@gmail.com

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