Evangelio según San Mateo 5,17-19.
Jesús dijo a sus discípulos:
«No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»
Comentario: Jesús ha venido a inaugurar un nuevo tiempo, en el cual la muerte espiritual que es la separación de Dios y de sus bienes no tiene la última palabra. Por la ley tenemos conciencia de pecado, sabemos que es contrario a Dios y por tanto territorio del enemigo. También sabemos que la sola ley nos condena por cuánto todos somos pecadores, sin embargo también sabemos que hemos sido redimidos por Jesús mediante su sacrificio en la cruz de todo pecado que nos acusa ante Dios.
Desde Jesús la ley no tiene la última palabra, porque ya no estamos sujetos al pecado por la debilidad de nuestra carne, sino a la vida de la gracia mediante el espíritu que nos perfecciona y nos da la fuerza y los medios para salir vencedores en la tentación. Si vivo por Cristo ya no estoy pendiente de la condena sino de llevar su misma vida donde él pecado y la muerte han sido crucificados para dar vida al mundo, la misma vida que yo tengo ahora y estoy llamando, a mi vez, a transmitir y dar para que su sangre redentora alcance a todos los corazones y se salven.
Oración libro Encuentro:
Llegaste a mí, humilde y discretamente,
para ofrecerme tu amistad.
Me elevaste a tu nivel, abajándote Tú al mío,
y deseas un trato familiar,
pleno de abandono.
Permaneces en mí misteriosamente,
como un amigo siempre presente,
dándoseme siempre,
y colmando por completo
todas mis aspiraciones.
Al entregártenos,
poseemos contigo toda la creación,
pues, todo el universo te pertenece.
Para que nuestra amistad sea perfecta,
tú me asocias a tus sufrimientos y alegrías,
compartes conmigo tus esperanzas,
tus proyectos, tu vida.
Me invitas a colaborar en tu obra redentora,
a trabajar contigo con todas mis fuerzas.
Quieres que nuestra amistad
sea fecunda y productiva,
para mí mismo y para los demás.
Dios amigo del hombre,
Creador amigo de la creatura,
Santo amigo del pecador.
Eres el Amigo ideal,
que nunca falla en su fidelidad
y nunca se rehúsa a sí mismo.
Al ofrecimiento de tan magnífica amistad,
quisiera corresponder
como Tú lo esperas y mereces,
procediendo siempre como tu amigo. Amén.