Evangelio según San Mateo 7,1-5.

Jesús dijo a sus discípulos:
No juzguen, para no ser juzgados.
Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes.
¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo?
¿Cómo puedes decirle a tu hermano: ‘Deja que te saque la paja de tu ojo’, si hay una viga en el tuyo?
Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.

Comentario: Jesús con el Evangelio de hoy nos está invitando a la autocrítica y a la misericordia. En muchas ocasiones nos volvemos demasiado intransigentes e inflexibles con los demás, olvidando nuestro pasado e incluso nuestro presente con nuestros defectos congénitos. De esta manera, pedimos a los demás -de un día para otro- lo que a nosotros mismos nos ha costado soltar, por un lado, y aprender, por otro, durante años o meses en el mejor de los casos. No todo el mundo, tiene la madurez y la entereza para ver y afrontar ciertas realidades de si mismo, necesita ir asimilándolas poco a poco, porque de ello depende incluso su estabilidad psíquica y física, a nadie le gusta asomarse a lo que ocultan sus tinieblas (solo Dios puede restablecer nuestro pasado y la trampa en la que caímos) así que seamos pacientes y misericordiosos con el hermano, como Dios lo ha sido y lo sigue siendo con nosotros. Por ello aprendamos un día más del Maestro: de la misma manera que Él cargó con nuestros pecados en la cruz, así hemos de hacer nosotros con los defectos de los demás. Pensemos que ellos mismos son los primeros a los que les gustaría tener otro carácter para ser amados y respetados por todos.
Así, pués, pongámonos en el lugar del otro, sabiendo que ninguno hemos elegido la familia donde nacer, el barrio, la vecindad, la nación e incluso los amigos de la infancia que en cierta manera moldearon lo que ahora somos, junto con las decisiones erróneas que yo mismo tomé, por otro lado. Realidades todas ellas de las que sólo podremos distanciarnos (las que nos tengan atados) con la ayuda de Dios, sin victimismos y asumiendo también nuestra responsabilidad, porque en nuestra manos está cambiar el rumbo de la historia, especialmente la de la nuestra. Por lo dicho, quitémonos pues, la viga del ojo, como nos recomienda Jesús, para poder quitar después la del hermano; ya que no hay nada más eficaz que predicar con el ejemplo. El señalar continuamente los defectos de los otros no va a quitar el tuyo o hacer que éste no se vea, al contrario, hará que la gente pierda su confianza en ti y se reserven en tu presencia.

Oración: La Gracia de la Humildad (P. Ignacio Larrañaga)

Señor Jesús, manso y humilde.

Desde el polvo me sube y me domina esta
sed insaciable de estima, esta apremiante
necesidad de que todos me quieran. Mi
corazón está amasado de delirios imposibles.

Necesito redención.
Misericordia, Dios mío.
No acierto a perdonar,
el rencor me quema,
las críticas me lastiman,
los fracasos me hunden,
las rivalidades me asustan.

Mi corazón es soberbio. Dame la gracia de la
humildad, mi Señor, manso y humilde de corazón.

No sé de dónde me vienen estos locos deseos de
imponer mi voluntad, eliminar al rival, dar curso
a la venganza. Hago lo que no quiero.
ten piedad, Señor, y dame la gracia de la humildad.

gruesas cadenas amarran mi corazón: este corazón
echa raíces, sujeta y apropia cuanto soy y hago,
y cuanto me rodea. Y de esas apropiaciones me
nace tanto susto y tanto miedo, ¡infeliz de mí,
propietario de mí mismo! ¿ Quién romperá mis
cadenas? ¡Tú gracia, mi señor, pobre y humilde.
¡ Dame la gracia de la humildad…!
La gracia de perdonar de corazón.
La gracia de aceptar la crítica y la contradicción,
ó al menos de dudar de mí mismo cuando me corrijan.
Dame la gracia de hacer tranquilamente la autocrítica.

La gracia de mantenerme sereno en los desprecios,
olvidos e indiferencias; de sentirme verdaderamente
feliz en el silencio y el anonimato; de no fomentar
autosatisfacción de los sentimientos, palabras y
hechos.

Abre, Señor, espacios libres dentro de mí para que
los puedas ocupar Tú y mis hermanos.

en fin, mi Señor Jesucristo; dame la gracia de ir
adquiriendo paulatinamente un corazón desprendido
y vacío como el tuyo; un corazón manso, paciente y
benigno. Cristo Jesús, manso y humilde de corazón,
haz mi corazón semejante al tuyo.

Acerca de renaceralaluz

Decidí hace ya mucho tiempo vivir una vida coherente en razón de mis principios cristianos, lo que quiere decir que intento, en la medida que alcanzan mis fuerzas, llevar a la vida lo que el corazón me muestra como cierto: al Dios encarnado en Jesucristo con sus palabras, sus hechos y su invitación a salir de mi mismo para donarme sin medida. Adagio: El puente más difícil de cruzar es el puente que separa las palabras de los actos. Correo electrónico: 21aladinoalad@gmail.com

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