“Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores»

Hoy Jesús nos llama a la conversión y a la misericordia.
Pero para esa conversión es necesario que antes, como el publicano de este evangelio, no rechacemos la cercanía de aquél que, por ser Dios, puede transformarnos, y aún así y a pesar de que lo dejemos entrar en nuestra casa, es decir en nuestra vida, a través de los sacramentos, la oración y la lectura meditada de la palabra…, aún así Jesús nos dice que hay otro requisito, también importantísimo, para que nuestras vidas sean transformadas y encuentren el verdadero sentido que dé ser y plenitud a nuestras vidas. El requisito es, a saber, que nos reconozcamos como lo que somos, pecadores, dependientes y necesitados del que no es pecador, no es dependiente, es la plenitud y nos conoce porque nos ha creado y porque, además, penetra nuestros pensamientos y, por ende, nada de lo nuestro le es ajeno y oculto. Por esto, Jesús, dice a continuación, que los sanos – o más bien los que se creen sanos porque todos somos pecadores- o aquellos que piensan que no pueden cambiar (y así es, no se puede cambiar sin la gracia de Dios) no necesitan de médico.
Por otro lado, como dijimos al principio, Jesús nos llama a la misericordia y, para ello, se pone él mismo a darnos ejemplo entrando a comer a la casa de un publicano, un recaudador de impuestos para el imperio romano, (persona mal vista por los judíos, ya que se llevaba parte del fruto de su trabajo para dárselo a otro pueblo pecador e impuro que los tenía sometidos). De esta manera, Jesús, entrando en su casa, también nos está invitando a nosotros, a líbranos de todo prejuicio y etiqueta, porque no siempre somos lo que hacemos y aún así, siempre tenemos una oportunidad de cambiar. Ello, siempre y cuando, como ya se mencionó, se dejen las puertas abiertas de la casa, es decir del corazón, para recibir al Dios de la Vida. Misericordia quiero, dice Jesús y no sacrificio, a lo que podríamos añadir, y no componendas. No podemos amar a Dios, si como él no amamos a los más alejados; si los etiquetamos, les damos una patada en el “trasero» para quitarnos el paquete de enmedio y no nos moleste. Algo que, como vemos en el Evangelio de hoy, dista mucho de la enseñanza de Jesús, la de entrar en su casa, no para darle un sermón -y si te vi no me acuerdo- sino para acercarse a su corazón, escuchar sus reclamos, sus necesidades, sus dudas, sus miedos, sus propios prejuicios, y sus heridas. Dios quiere entrar el el corazón de los alejados, de los pecadores, y el modo de hacerlo ahora, es atreves de sus discípulos, de nosotros que, no somos mejores que ellos, sino que empezamos a recorrer antes el camino de la salvación, porque también fuimos llamados por Jesús, antes que ellos, para darles una estancia en nuestro corazón donde hacer crecer la amistad y el amor.

https://evangeliodeldia.org/SP/gospel/2022-07-01

Acerca de renaceralaluz

Decidí hace ya mucho tiempo vivir una vida coherente en razón de mis principios cristianos, lo que quiere decir que intento, en la medida que alcanzan mis fuerzas, llevar a la vida lo que el corazón me muestra como cierto: al Dios encarnado en Jesucristo con sus palabras, sus hechos y su invitación a salir de mi mismo para donarme sin medida. Adagio: El puente más difícil de cruzar es el puente que separa las palabras de los actos. Correo electrónico: 21aladinoalad@gmail.com

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