Jesús dijo:
«Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.»
Comentario: El evangelio de hoy es cortito pero muy revelador, Jesús en primer lugar da gracias al Padre aunque sea uno con él. Nosotros por el contrario siendo criaturas totalmente vulnerables, creemos que lo que tenemos es fruto exclusivo de nuestro esfuerzo y que lo podemos conservar eternamente, y nada más lejos de la realidad porque no elegimos la familia en la que nacemos, ni la nación, muchas veces ni los políticos que nos gobiernan, ni las personas que nos ayudan en el camino de la vida o las que son piedra de tropiezo para hacernos madurar; e incluso la salud es un don, que no siempre está en relación de lo que nos cuidemos, y así podríamos seguir desglosando situaciones y hechos que nos han puesto o nos han ayudado a estar donde estamos ahora, y a alcanzar lo que conservamos gracias a Dios: la mayor bendición de todas, junto con el don de la vida, él haberle conocido, algo de lo cual deberíamos estar sumamente agradecidos y como Jesús, hoy, dar gracias al Padre por ello.
Luego, Jesús, pasa a revelarnos como funcionan las cosas en el Reino del Padre, parece que al revés de cómo piensan y actúan los hombres en la tierra que les ha sido confiada. De tal modo que son los pequeños; los sencillos; los que comparten y escuchan; los que arriman el hombro ante las necesidades del prójimo; los que tienen hambre y sed de justicia; los que lloran y no tienen derechos; los que emigran y los que sufren todo tipo de injusticias; los huérfanos; los pobres y mendigos; los ancianos y niños que estorban y son maltratados ya incluso antes de nacer; los que se saben necesitados y vulnerables y, por tanto, necesitados de Dios; etc., los que realmente ocupan el primer lugar en el corazón del Padre. Y es por esto que, Jesucristo, conociendo el pensamiento del Padre, nos dice hoy, que son ellos los elegidos, para hacerles comprender los misterios de Dios, los mismos que Él ha venido a revelarnos. Muchos de los cuales, por cierto, ya los estaban viviendo -los pequeños- incluso sin que ellos lo supiesen, como sucedía con nuestra madre la Virgen María antes de la Anunciación del Ángel.
No sucede igual con los sabios o los que se creen sabios, porque ser pequeño para Dios, se trata más de un modo de ser y estar, que de una situación personal (aunque, se de más entre los últimos), los sabios ya recibieron su recompensa porque con ella no se entra en el Reino de los cielos y acaba con su muerte. De tal modo que podemos hacernos la siguiente pregunta ¿Qué alcanza el saber de un hombre hasta el fin de su vida, con todas las parcelas que hay del conocimiento humano y lo mucho que aún queda por descubrir?
También Jesús nos habla de los prudentes de los conservadores, de los que no arriesgan, de los que como dice en otro lugar de las escrituras, “quieren conservar su vida, a costa de enterrar la auténtica vida, la vida del espíritu», la de los verdaderos valores del Reino: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo; más aún, como Jesús nos ha amado.
Muchas veces dudamos de la forma de actuar de Dios y nos hacemos miles de preguntas complicándonos la vida. Hoy Jesús, sin embargo, nos da otra gran lección de pequeñez entre los pequeños y sin más interrogantes viene a decir: «Sí, Padre, porque así lo has querido» (en otra traducción dice: porque así te ha parecido bien), que es como decir: estoy conforme -sin más- de ti me fío.
Para finalizar, pedir a Jesús, incesantemente que nos cuente entre sus elegidos, especialmente que nos haga pequeños, que disminuya nuestro yo, para que nos revele los misterios que encierra la Palabra que ha venido a traernos, con la cual poder vivir con paz, mientras aguardamos su segunda Venida Gloriosa, o hasta que, después de esta vida mortal, lleguemos a su presencia en el Cielo.